“En una plaza de Viena había un reloj en cuyo cuadrante se podía leer: “oh, paseante, tú que te paras a mirarme, estás perdiendo el tiempo”. Consultar la hora, sí, es perder la hora o perder al menos el minuto que dura este contacto visual. Alguien podrá decir con razón que la vida es sólo la espera de la muerte, pero ni el más razonable de los hombres gastaría su vida entera en mirar el paso del tiempo en su reloj de pulsera. La espera, digamos, está compuesta de cosas que nos ocurren y de cosas que hacemos. Las que nos ocurren pueden ser buenas o malas, placenteras o dolorosas: nos podemos enamorar en el metro o recibir una visita inesperada; y podemos sufrir un accidente o ser asaltados por un bandido en un callejón. Las que hacemos pueden ser más o menos banales: pensar, construir una casa, acariciar un cuerpo, freír un huevo. Y a veces -en fin- hacemos cosas tan hermosas que es como si nos ocurrieran: un verso, un hijo, un dibujo, una canción. Lo cierto es que llamamos “vida” -bueno y malo, decisivo y banal- a todo aquello que, imprevisto o premeditado, suceso o acción, podemos contar luego a otros humanos. “Llevo cincuenta años mirando el reloj” no es un relato. Contar los segundos no es vida. La vida es otra cosa. La vida hay que contarla.
En una calle de Valencia hay una pared en la que alguien ha pintado una mano que ase un teléfono móvil en cuya pantalla puede leerse: “oh, mortal, tú que me enciendes, no tienes nada que contar”. A veces hay que perder un minuto en consultar el reloj y a veces hay que perder un minuto en llamar por teléfono. Pero el que está todo el tiempo en el tiempo se sale de la vida; el que está todo el tiempo en el móvil se sale de su cuerpo. En el tiempo y sin cuerpo, el móvil es hoy el reloj total de una sociedad que ve pasar imágenes, mensajes, mercancías -como segundos en un cronómetro digital- y en la que, por tanto, cada vez nos ocurren y cada vez hacemos menos cosas. En la que -en definitiva- cada vez podemos contar menos cosas a nuestros amigos: porque estamos todo el tiempo, fuera del cuerpo, intercambiándonos con ellos un whatsapp. Estamos todo el tiempo, fuera del cuerpo, esperando el próximo mensaje o el próximo producto de la marca Acme.
La mano y el móvil de Valencia, por cierto, los ha pintado Scif, que ha dado vida y cuerpo a la pared convirtiéndola en un relato. La leyenda dice en realidad: “la vida es otra cosa”. La vida es también eso que nos ocurre -que hacemos- en las paredes.”
Santiago Alba Rico.-
Mural producido por Greenpeace y Daytonhunters dentro de la campaña Neopolitan. Gracias a Barreira A+D, Sr.Marmota, Antonio y aquellos que hicieron posible este mural. Tramontana magazine y Borja Llorens por la foto panorámica,
Texto y foto extraidos de Tramontana magazine. Texto de Santiago Alba Rico. Foto de Borja Llorens.